Sábado, 01 de septiembre, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica (Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo) SANTIFICACIÓN: Nuestro Padre Celestial después de haber formado al hombre, en su imagen y conforme a su semejanza celestial en el cielo, entonces "tenia que santificarlo" para que él y su linaje humano vivan infinitamente, en el paraíso y en su nuevo reino celestial. Es decir, también, de que de éste mismo día, en el reino de los cielos, como en su lugar muy santo del más allá, Dios comenzó (y con la ayuda idónea de siempre de su Espíritu Santo) "su obra infinita de santificar" a cada hombre, mujer, niño y niña del linaje humano del paraíso y de toda la tierra. Entonces nuestro Padre Celestial introduce por vez primera al hombre: "a la santificación perfecta de la salud y de la salvación eterna del Árbol de la vida, su Hijo amado", ¡el Cristo! Aquí, los ojos y el corazón de Adán "sienten la presencia del Señor Jesucristo", como una llenura celestial e infinita, en todo su cuerpo y en toda su alma viviente, también, para no olvidarlo jamás, por los siglos de los siglos en la eternidad celestial. Y es por esta razón, que nosotros "podemos despertar de nuestras tinieblas" para vez la luz de Cristo y vivir en su santificación infinita en nuestras vidas, en la tierra y para la eternidad. En verdad, fue nuestro Dios quien realmente "le predica al hombre" su primer palabra de vida y de salud infinita, "el evangelio infinito del paraíso" y de todos los tiempos de los ángeles y de la humanidad entera, para que coma y beba por siempre de su fruto de vida eterna. Y este fruto de vida eterna, en el paraíso y así también en todos los lugares de la creación celestial de Dios, era la misma vida perfecta y sumamente honrada de su Ley Viviente, "Los Diez Mandamientos de la vida antigua", de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Porque sólo si creía en su corazón y así comía y bebía de Jesucristo, entonces iba a ser su corazón y su alma santa, "santificada aún mucho más que antes", como mucho más que en el día de su formación, en las manos de Dios, para que viva para su Dios y para su Espíritu Santo, eternamente y para siempre. Dado que, "sin la santificación del fruto del Árbol de la vida", entonces ningún ser creado por Dios y por su Espíritu Santa iba a seguir viviendo su vida eterna, en el paraíso, ni en ningún otro lugar de toda la creación de Dios, como la tierra y La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del nuevo cielo venidero, por ejemplo. Es más, sin el fruto de vida eterna, en el corazón del hombre, entonces su espíritu y su alma humana "corrían el peligro de contaminarse con las mentiras" y las maldades de Lucifer y de sus ángeles caídos. Porque sólo la verdad y la justicia redentora de la sangre del Señor Jesucristo pueden destruir infinitamente: toda mentira, maldad, pecado, enfermedad y muerte eterna del pecado de las tinieblas de Lucifer y de sus ángeles caídos, por ejemplo. Y nuestro Dios "no deseaba permitir" este mal terrible de mentiras y de muertes, en la vida de Adán, ni en la vida de ninguno de sus descendientes, en sus millares, en toda su creación celestial. Pues viendo Dios el peligro que tenia la vida de Adán en el paraíso y así también cada uno de sus descendientes, de los que nacerían en el paraíso, después de él, entonces le dijo con gran urgencia en su voz sagrada a Adán: "Come del fruto del Árbol de la vida, para que vivas, y así no morirás jamás". Pero "Adán no entendía el llamado de Dios", porque "aún estaba sintiendo las tinieblas del polvo de la tierra", de donde Dios mismo lo había sacado con sus manos santas, para formarlo en un ser viviente, para gloria y para honra de su nombre santo, en el paraíso, en la tierra y en toda su creación infinita, del más allá. Y aquí Lucifer pensó en destruir la vida de Adán y de cada uno de sus descendientes, para que no conociesen jamás en sus corazones y en sus almas eternas: "al dador de la vida, el Árbol de la vida, el Hijo amado de Dios, ¡el gran rey Mesías de Israel y de las naciones de toda la tierra!" Adán "creyó a Lucifer", para mal infinito de su corazón y de su alma viviente. Y cuando Adán creyó a Lucifer, entonces su corazón y su alma "dejaron de ser santos y comenzaron a morir en su cuerpo humano", el cual Dios mismo había formado del polvo de la tierra en su imagen y conforme a su semejanza celestial, para que conozca a su Dios y así entonces viva infinitamente con él, en el cielo. En este día, "Adán cambia su vida de luz", por la vida de las profundas tinieblas del corazón perdido de Lucifer y de cada uno de sus ángeles caídos, para mal eterno de su linaje humano, en el paraíso y en toda la tierra, también. Además, nuestro Padre Celestial estaba "muy quebrantado de corazón" y de espíritu: al ver lo que Adán había hecho con su vida y la vida de todos sus descendientes y hasta la misma vida sagrada del Señor Jesucristo, no sólo en el cielo, sino en toda la tierra, también. Nuestro Padre Celestial cuando "se entera" del error de Adán, entonces no culpa de pronto a Lucifer, por haberlo engañado con sus mentiras, sino que "se acerco a Adán" para pedirle cuenta de lo que había hecho, al comer del fruto prohibido, "desobedeciendo a su llamado para vivir con él", la nueva vida eterna de su nuevo reino celestial. En realidad, Adán "no acepto culpa alguna", en ningún momento, cuando Dios se la reclamaba, sino que dijo: - "La serpiente que tú pusiste en el Edén a mí me engaño por los labios de Eva". Y, entonces culpa a Eva igual que a la serpiente, "tratando de justificarse a sí mismo" de su terrible error delante de Dios, por haber hecho algo muy malo para él y para su linaje humano, para siempre. (En verdad, Adán "había introducido la muerte" no sólo en el paraíso, sino también en el resto de la creación de Dios, como la tierra de nuestros días, por ejemplo. Es por eso, que todo hombre vive en la amenaza constante de muerte, si Cristo no es rey en su corazón eterno delante de su Creador. ) Adán confuso y lleno de miedo en su corazón, al sentir las tinieblas del poder del pecado y de su muerte eterna, entonces "busca escapar la muerte" y su mal eterno del fuego del infierno y del lago de fuego, también. Porque Adán "sabia muy bien" en su corazón, que ya era demasiado tarde y no podía retractarse (o alejarse) de sus palabras ni de sus acciones equivocadas, por las cuales había abierto su corazón al enemigo eterno de Dios, sin que sé de cuenta de que esto era lo que hacia, en aquel momento, al creer en sus mentiras mortales. Entonces Dios "castiga" a la serpiente, castiga a Adán y castiga también a Eva, "por haber desobedecido" a la palabra sagrada de su Ley Santa del paraíso, de no comer jamás del árbol de la ciencia del bien y del mal (porque este mandato del paraíso es para todos ángeles y hombres, también, por igual). Pero de Lucifer, "Dios no dice nada de nada", en aquel día, sino que se reservo a sí mismo sus palabras de juicio para con él, sus mentiras y sus muchas malas acciones terribles, para con el Árbol de la vida y para con la obra sagrada de sus manos, el hombre, como ahora, tú mismo mi estimado hermano. Además de esto, el SEÑOR "no le dice nada" a Lucifer delante de Adán y Eva, en aquel día del primer pecado del hombre y del linaje humano, "porque su castigo ya está escrito en los últimos días de su vida inicua", en la tierra y del más allá, también. Pues en aquel día venidero del gran juicio de Dios y de todas las cosas, entonces Lucifer ha de ser castigado con cada uno de los suyos, en el fuego eterno del lago de fuego, su muerte final, para no volverse a levantar jamás, ni hacer pecar a nadie con sus mentiras de siempre. Mientras tanto, "Adán moría por su pecado paulatinamente", en su corazón perdido en las tinieblas del más allá, sin tener ninguna centella de luz de vida en su corazón y en toda su alma viviente, también. Ya que, la luz que había visto y conocido en su Dios, como en el día de su creación, "ya no la veía en sí mismo", ni en todo su corazón y ni en todo su cuerpo humano, "porque moría" delante de Dios y de su reino celestial por culpa de su grave error. "Moría Adán", como todo pecador y como toda pecadora, de hoy en día, en toda la tierra, muere día y noche, "porque había hecho lo incorrecto" delante de su Dios y de su Hijo amado, el gran rey Mesías del paraíso y del nuevo reino de los cielos, de Dios y de su humanidad infinita. Adán "había cambiado la santificación de Dios", por lo que "no era santo" para su corazón, ni para la vida infinita de ninguno de los suyos, en toda la creación celestial del paraíso, de la tierra y de La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo. Pero aunque todo esto fue basado en hechos en aquellos días de vida de Adán, en el paraíso y posteriormente en toda la tierra, como en el día que era clavado sobre la roca eterna al cuerpo del Árbol de la vida, el gran rey Mesías, entonces "volvía a vivir Adán y Eva igual", para Dios y para la eternidad. Adán volvía a la vida eterna, porque Dios "lo amo mucho en su corazón sagrado", aún cuando había errado gravemente en contra de su fruto de vida eterna, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! En verdad, "Adán vuelve a Dios y a su luz de vida eterna" como antes y hasta con mayor gloria, porque "al fin de cuentas recibe a Cristo en su corazón", como cualquier pecador o pecadora de toda la tierra, de hoy en día y de siempre. Porque, además, "Adán había recibido santidad del mismo paraíso", en donde nació, para su alma viviente "al recibir del Señor Jesucristo vida" en abundancia: gracias al cumplimiento de la Ley y el fin del pecado del paraíso, en la tierra escogida de Dios, para llevar acabo esta gran obra infinita de santificación, para bien eterno de todo el linaje humano. Es por esta razón, "que todos pueden vivir en Cristo", desde ahora e infinitamente, "por su santidad inigualable del paraíso", y hoy en día, en toda la tierra, también, sí tan sólo "invocan su nombre sagrado" delante de Dios y de su Espíritu Santo, por amor a la verdad y a la justicia del cielo. Porque "si la Ley de Dios y de Moisés vive en sus corazones", gracias a Jesucristo, "entonces ya son santificados, ya son lavados, ya son purificados por la sangre del pacto eterno", derramada en su lugar santo de Dios, por amor al cumplimiento, honra y exaltación infinita de la Ley Viviente, ¡Los Dios Mandamientos de la Nueva Eternidad de Dios! Porque la Ley de Dios y de Moisés está con nosotros, en la tierra y en nuestros corazones, para honrarla y para cumplirla por medio del gran rey Mesías, "pero es realmente para vivirla impecablemente", en la nueva vida celestial de Dios y de sus huestes angelicales del nuevo cielo y con nuevas tierras infinitas, de la nueva eternidad venidera. YA HAN SIDO LAVADOS, SANTIFICADOS Y PURIFICADOS EN LA SANGRE DEL MESÍAS Porque la realidad es que "todos han pecado" y, por tanto, "han sido destituidos de la gloria de Dios", en el paraíso y en toda la tierra, también, para mal eterno de muchos. Y "todos han pecado, como el primer pecado de Lucifer y de sus ángeles caídos o como el mismo Adán en el paraíso", por ejemplo, "porque no hay amor" en sus corazones para con su Dios y para con su Hijo amado, el Señor Jesucristo, el único posible salvador y santificador del alma del hombre de toda la tierra. Es decir, que no aman, "ni sabrán amar" infinitamente: la verdad y la justicia de Dios, ni la de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, ni la de su Espíritu Santísimo, si no se humillan ante él y ante su palabra sagrada, la bendita Ley Eterna de Dios y de Moisés. Porque toda palabra de la Ley de Dios tiene que cumplirse y honrarse infinitamente, en el corazón y en el alma eterna de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, así como es honrada y exaltada en los corazones de los ángeles del cielo, únicamente por los poderes sobrenaturales de la santificación del Señor Jesucristo, por ejemplo. Porque únicamente la Ley Eterna de Dios santifica el alma del hombre, mujer, niño y niña, si se la cumple, invocando el nombre del Señor Jesucristo, ya que él es el único que nació en Israel para honrarla infinitamente en nosotros y en los ángeles del cielo, por supuesto, como de costumbre, desde la antigüedad y para siempre. Y hasta que "no se humillen" delante de su Creador y de su única salvación eterna, entonces todos son enemigos de Dios, para vergüenza de sus corazones y de sus almas vivientes, en esta vida y en la venidera, también, eternamente y para siempre. En otras palabras, el que peca, realmente, "es tan enemigo de Dios", como siempre lo ha sido Lucifer y cada uno de sus ángeles caídos, por ejemplo, desde los días de la gran rebelión angelical en el reino de los cielos, y del hombre, también, en el paraíso y en toda la tierra, como de nuestros días y de siempre. Además, "muchos de estos" eran algunos de ustedes, mis estimados hermanos y mis estimadas hermanas, "pero ya han sido lavados, santificados y, a la vez, justificados infinitamente en el espíritu de la sangre, del nombre del Señor Jesucristo y del Espíritu de nuestro Dios", para que vivan delante de Dios, de su Espíritu Santo y de su Jesucristo, para siempre. Es decir, para que cada uno de ustedes, en sus millares, en todos los lugares de la tierra, "sea delante de Dios santo, perfecto e infinitamente justo, tan justo como los mismos ángeles de Dios", por ejemplo, como sí jamás hubiesen pecado, desde el día de su formación, en las manos sagradas de nuestro Padre Celestial, en la patria celestial. Porque es necesario y, a la vez, "la lucha muy personal" de nuestro Padre Celestial, de su Hijo amado, de su Espíritu Santo y de sus ángeles del cielo: "para que el hombre vuelva a ser tan santo, en las manos de Dios", como en el día de su formación celestial e infinita, en el más allá. Porque "la santidad" de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera: "quedo" en el más allá (esperando por el pronto retorno del hombre), "desde el día que creyó en su corazón", desafortunadamente, a las palabras mentirosas de Lucifer, por boca de la serpiente antigua, "al no comer" y beber del Señor Jesucristo. Es por eso, que aunque no lo puedas creer en tu corazón eterno, mi estimado hermano y mi estimada hermana, a pesar de tus muchos pecados que hayas cometido en tu vida, "Dios te perdona" cada uno de ellos en su corazón sagrado e infinitamente glorioso, "por medio de su Hijo amado", ¡el Señor Jesucristo!, porque "desea que vivas" inmortalmente. Y "te hace tan limpio y tan libre de tus males eternos", no importando jamás tus pecados, "como la misma sangre santa e infinitamente gloriosa del pacto eterno de su Hijo amado", en tu corazón, en tu espíritu, en tu alma viviente y en todo tu cuerpo humano, también, "para que seas santo eternamente" delante de él, en la eternidad. Porque vuelvo a decirte lo mismo otra vez: "para Dios es muy importante que tú vuelvas a ser tan santo, como sus ángeles sagrados", como en el día que formaba tu cuerpo en sus manos sagradas, para gloria y para honra infinita de su imagen y de su semejanza perfecta en ti y en cada uno de los tuyos, también. Así pues, todos "los que deseen ver la vida eterna", y vivirla infinitamente con su Dios y con su Árbol de la vida, como en el nuevo reino de los cielos, "entonces tienen que haber sido perdonados de sus pecados, por la invocación santificadora de sus labios humanos", del nombre bendito de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Dado que, "no hay otra invocación de la boca" de los labios del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la humanidad entera, "para que puedan volver a ser santos, limpios, libres, sagrados y justificados perpetuamente" delante de su Dios y de su Espíritu Santo, en la tierra y en el paraíso, eternamente y para siempre. Por lo tanto, "ningún pecador, ni ninguna pecadora, podrá jamás ver la vida", ni menos vivir infinitamente en la nueva eternidad celestial de Dios y de sus huestes celestiales, en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, "si no le cree a su Dios", por medio de la santificación perfecta y celestial "de la invocación del Mesías", ¡el Cristo! Ya que, "es necesario que el espíritu de la santificación infinita" de nuestro Padre Celestial y de su Árbol de la vida, el gran rey Mesías, "sea en el corazón" de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, "así como en las huestes celestiales", por ejemplo, para que "vean la gloria de Dios eternamente" en la eternidad. Es por eso, que "la escritura siempre ha declarado indiscutiblemente" día y noche, desde los días de la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo, de que "sin santidad" (la santidad perfecta del fruto del Árbol de la vida), "entonces nadie podrá ver a su Dios jamás", en está vida, ni en la venidera, tampoco, eternamente y para siempre. Por lo tanto, "hay poderes extraordinarios y de gran extensión espiritual", fuera de nuestro mundo, de hoy en día y de siempre, por ejemplo, "sólo en el espíritu de la santificación del nombre sumamente honrado del Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones y en nuestras almas infinitas", también, en la tierra y en el paraíso, eternamente y para siempre. Y "como éste poder santificador del Señor Jesucristo" en nuestros corazones, en nuestros espíritus y en nuestras almas humanas, "no hay otro igual delante de Dios", en el cielo, ni menos en la tierra, "como la de su fruto de vida eterna", nuestro único y suficiente salvador celestial, ¡el Señor Jesucristo!, --entonces viviremos en pecados-si no creemos ya. Entonces todos los que hemos pecado, "hemos pecado igual", ni más ni menos, "como Adán y Eva pecaron", por ejemplo, en el día que decidieron comer del fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal, en vez, de comer y de beber del fruto de la vida, como Dios mismo se lo había señalado a Adán. Y "Dios llama a Adán a comer" y a beber del fruto del Árbol de la vida: "porque aunque había sido creado perfecto" en sus manos santas: "aún así, necesitaba de la santidad dotada de hermosura" del Árbol de la vida para poder vivir y ver a su Dios y Creador de su alma infinita, en el paraíso, por ejemplo. Pero, desdichadamente "Adán se olvida del llamado divino", por un corto tiempo, lo suficiente para que se descuide de Eva, "y caiga en un error terrible", del cual le fue difícil levantarse él mismo y a los suyos, también, en sus millares, en muchos lugares de la tierra, como hoy en día, contigo, por ejemplo, mi estimado hermano y hermana. Porque "el que ha caído en el poder del pecado no sé levantara jamás" de su mal eterno, "si no es con la ayuda de Dios y de su gran rey Mesías", ¡el Señor Jesucristo! Es por eso, que "el mandato de Dios" fue para Adán primero, de "comer de todos los árboles" del Jardín del Edén y "hasta del fruto del Árbol de la vida", también, "pero jamás del fruto prohibido" (no importando jamás las circunstancias de su vida, por ejemplo, para hacerlo así con el fruto del mal eterno). Porque "en el día que de él comiese", entonces su corazón, su espíritu, su alma viviente y su cuerpo humano y perfecto en la imagen y semejanza celestial, "pecaría en contra de él mismo", de su Dios y de su Árbol Viviente, "para mal de sus días venideros" y de los suyos, también, en toda la creación celestial. Y Adán "peca", para mal eterno de todos. Aparentemente, "Adán no entendió el sentido profundo de la importancia divina del llamado de Dios", en aquel día tan crucial para su vida y para la vida de los suyos, también, por doquier, en todo lo largo y lo ancho del paraíso y de la tierra, de nuestros días y de siempre, por ejemplo. De hecho, "en éste terrible día de desobediencia y de rebelión", Adán y sus descendientes, en sus millares, "llegarían a ser enemigos de Dios, como los malvados, perversos e impíos ángeles caídos del cielo", por ejemplo, "para mal de sus vidas" en el paraíso y en toda la creación de Dios, como en la tierra, de nuestros días. Y, entonces Lucifer y cada uno de sus ángeles caídos, "enemigos eternos" de la verdad y de la justicia infinita de nuestro Padre Celestial y de su Hijo: "pueden incidir, y hasta en muchos casos entrar", en el corazón y en la vida del pecador y de la pecadora, para ofender aún mucho más a Dios y a su Jesucristo. "Y así hacerlos", a cada uno de ellos y hasta todos si fuese posible, "tan desobedientes y tan rebeldes al fruto del Árbol de la vida", del reino de los cielos y de toda la tierra, también, para los ángeles y para la humanidad entera, ¡el Señor Jesucristo! Es decir, que "cuando Dios desea hacer" a sus seres creados: santos y honrados delante de su presencia sagrada, "tal cual como su Hijo amado", entonces "Lucifer y sus ángeles caídos hacen todo lo contrario" con cada uno de ellos, "para destruir la voluntad perfecta e infinitamente sagrada del corazón" de nuestro Padre Celestial que está en los cielos. Y esto es de hacerlos: "tan rebeldes, tan malvados, tan mentirosos y hasta tan impíos, como ellos mismos", como las más profundas tinieblas del mal, "para que así ninguno de ellos ya no pueda ser jamás tan santo y tan glorioso", como los ángeles del cielo "y hasta como su propio fruto de vida eterna", su Hijo, ¡el Señor Jesucristo! Es decir, también, que Lucifer y sus ángeles caídos "no sólo querían destruir al fruto del Árbol de la vida", el Señor Jesucristo, "sino también a Dios mismo y a cada una de sus criaturas muy santas" para su nueva vida infinita del nuevo reino celestial, "como sus ángeles y los hombres, mujeres, niños y niñas" de la humanidad entera. Y aunque todo esto terrible ha sido verdad siempre, desde los días del paraíso y hasta nuestros días, por ejemplo, para con Adán y para con cada uno de sus descendientes, en sus millares, en todos los lugares de la tierra, pero a pesar de todo: "la voluntad perfecta de nuestro Dios, ni de su Espirita Santo, no cambian jamás". Es decir, "que el espíritu de la sangre y del nombre milagroso del Árbol Vivo no ha perdido poder alguno: para limpiar, para lavar, para santificar y para justificar a cada uno de los siervos de Dios", de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, comenzando con Adán y Eva, en el paraíso, por ejemplo. Es por eso, que a pesar de tanta maldad, violencia y muchas cosas terribles que han tomado lugar en todos los lugares de la tierra, para destruir a toda vida humana, "aún así, la palabra de Dios es predicada por el poder sobrenatural del Espíritu de Dios, sin cambiar jamás, a diestra ni a siniestra", para bien infinito de muchos. Es decir, también, "que el mismo llamado que Dios le hizo a Adán" para que comiese y bebiese de su Hijo, el Señor Jesucristo, como el fruto del Árbol de la vida en el epicentro del paraíso "aún está en vigencia", hoy en día, para todo aquel que crea en su corazón e invoque con sus labios ¡su nombre santificador! Y sólo entonces "nuestro Padre Celestial pueda ser glorificado infinitamente una vez más", como muchas veces lo ha sido así desde la antigüedad, en los corazones y en las vidas de sus huestes angelicales del reino de los cielos, por ejemplo, "para gloria y para honra de nuestro Dios, en cada uno de los corazones", de nuestro linaje humano. Y es aquí, "cuando tú mismo le das la gloria y la honra desde tu corazón santificado infinitamente por la invocación del nombre del Señor Jesucristo", para bien de tu alma viviente y para bien de muchos, también, en muchos lugares de la tierra. Entonces "en confiar en el SEÑOR, por amor a su Hijo amado", el Señor Jesucristo, "es lo mejor que puedes hacer para tu alma viviente", mi estimado hermano y mi estimada hermana, en estos días tan cruciales para ti, para los tuyos y para la humanidad entera, también. LOS CONFÍO A JESUCRISTO, PORQUE ÉL SANTIFICARA SUS ALMAS Pues aún, hoy en día, mis estimados hermanos y mis estimadas hermanas, "los confío en actitud de suplica a nuestro Padre Celestial y a la palabra de su gracia infinita", como en la antigüedad, "a aquel que tiene poder para edificar y para dar justicia entre los santificados de su único nombre glorioso", de la nueva vida eterna y celestial. Porque "el cielo y la tierra son para los hijos e hijas de Dios", es decir, de todos los que aman el espíritu de la verdad y de la justicia infinita de su fruto de vida eterna, "como los ángeles del cielo y como tú mismo, hoy en día", mi estimado hermano y hermana, por ejemplo, en toda la tierra. Entonces "estos son de todos aquellos que verdaderamente aman a nuestro Dios y a su Árbol de la vida eterna", el cual está en su epicentro celestial del más allá, "dando vida a todo aquel que cree" en su corazón e invoca con sus labios: el nombre viviente y milagroso de su Hijo amado del paraíso, ¡el Señor Jesucristo! Y "esto es gloria y honra infinita para nuestro Padre Celestial", en tu corazón y en tu alma viviente, mi estimado hermano y hermana: "gracias al espíritu de fe, de nuestro Padre Abraham y de Isaac por el espíritu glorioso de la sangre y del nombre santo de nuestro único y suficiente salvador de nuestras vidas eternas", ¡el Cordero Escogido! Visto que, "mejor amigo y mayor salvador que el Señor Jesucristo no hubo otro igual para Israel y para los que amen a su Dios y Fundador de sus vidas", en el paraíso, en la antigüedad y, hoy en día, en todos los lugares de la tierra y así también en la nueva vida vendiera, del nuevo reino angelical. Por lo tanto, "hay poder de santificación" para bendición y para salvación eterna de nuestros corazones y de nuestras almas vivientes, "únicamente en la invocación del nombre milagroso y santificador de nuestro Señor Jesucristo", delante de la presencia gloriosa e infinitamente sagrada de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo. Porque "cuando el nombre del Señor Jesucristo se instala en el corazón" del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la humanidad entera: "entonces muchos milagros, maravillas y hasta prodigios en los cielos y en la tierra comienzan uno tras otros": unos se ven otros no, "pero Dios está obrando secretamente en el corazón que lo ama". Puesto que, "el que ama a Dios", por más que desee amar en su corazón, como Adán y Eva, por ejemplo, en el paraíso, "pero sí Cristo no vive en su corazón", entonces "no lo ama en la verdad y en la justicia salvadora e infinitamente santificadora de Dios", para su corazón y para su alma viviente, para la eternidad. Además, esta verdad y justicia salvadora y santificadora de Dios "es el fruto del Árbol de la vida eterna del paraíso", su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Y "como él no hay otro igual" en el paraíso, en todos los lugares del reino de los cielos, ni en la tierra de nuestros tiempos, ni mucho menos en la nueva era venidera de Dios y de sus huestes celestiales de La Nueva Jerusalén Santa y Única del cielo, por ejemplo. Pues por éste mismo nombre celestial, nuestro Dios "no sólo nos ha creado en sus manos santas", sino que también "nos ha dado vida en abundancia", para vivirla infinitamente, "no solamente en la tierra sino en su nuevo reino venidero", para gloria y para honra de su nombre salvador y eternamente milagroso. Porque "la meta de nuestro Dios es alcanzar ese reino inmortal", el cual siempre soñó en su corazón sagrado, desde los primeros días de la antigüedad y aún hasta en nuestros días, también, "el cual sólo podrá hacerse una realidad infinita" en la vida gloriosa de su Hijo, ¡el Señor Jesucristo!, "sí tan sólo creemos en Él", desde hoy. Porque es por el espíritu sobrenatural de nuestra fe, "por la cual nuestro Dios hace maravillas, milagros y prodigios" en los cielos y en toda la tierra, también, "para bendecirnos, para rescatarnos, para sanarnos, para liberarnos y para darnos vida en abundancia", desde hoy y por siempre en el nuevo infinito celestial, "el cual se aproxima ya", para muchos. Entonces "Dios ha puesto (o ha creado) un lugar muy especial en el corazón", no sólo de los ángeles, "sino también de Adán y de cada uno de sus descendientes, en sus millares", de todas las razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra, "para que reciban y honren" por siempre: "el nombre de su Hijo amado", ¡el Mesías! Porque "sin el nombre del Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones", entonces "él no nos puede bendecir, no nos pude liberar de muchos males, ni menos nos va a dar salvación y paz eterna para nuestros corazones y para nuestras almas vivientes", en esta vida, ni en la venidera, "porque su Ley no ha sido honrada en nosotros", con Cristo. Ese es el problema de todo hombre, desde siempre, la santificación perfecta de la Ley de Dios y del Mesías en su corazón, en su espíritu, en su cuerpo y en toda su alma viviente, también, para la eternidad venidera. Realmente, "fue por esta razón que nuestro Dios deseo instalar a Jesucristo en el corazón de Adán y de Eva", en sus primeros días de vida en el paraíso, "para entonces él hacer lo mismo con cada uno de sus descendientes, en sus millares, en las naciones de la tierra, para que vivan, honrando su Ley Sagrada", por siempre. Pues así como "nuestro Dios tiene un lugar muy especial para su Hijo amado en su corazón santísimo", entonces "así también en el corazón de Adán y de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera", para que "estén infinitamente conectados a su Dios y Creador de sus vidas", en la tierra y en el paraíso, infinitamente. Porque "así es que se vive en el cielo, con el nombre sagrado del gran rey Mesías viviendo en el corazón eterno de cada uno de los seres vivientes del más allá", de la eternidad antigua y de la venidera, también, "ya sea ángel del cielo u hombre, mujer, niño o niña de todo el linaje humano", por ejemplo. Y "sin el nombre del Señor Jesucristo, como fruto de vida eterna", en el corazón del ángel del cielo o de Adán y de cada uno de sus descendientes, "entonces su vida personal es totalmente imposible vivirla delante de nuestro Padre Celestial y de sus huestes angelicales", para siempre. Entonces "es un requisito muy importante en el corazón del ángel del cielo y así también de Adán y de sus retoños", en sus millares, "tener el nombre del Señor Jesucristo viviendo, como el fruto de la vida eterna", para vivir la vida celestial con Dios y con su Espíritu Santo, "rodeado por siempre de sus huestes angelicales", para siempre. Porque "nuestro Dios ha creado al hombre del polvo de la tierra para que tenga vida y salud infinita", en él y en su Espíritu Santo, "solamente conectado por siempre al nombre de su fruto de vida eterna", en su corazón, en su espíritu, en su alma viviente y en todo su cuerpo humano, "para gloria de su nombre sagrado". Es más, "así como los ángeles no pueden vivir sin el nombre de su fruto de vida eterna", el Señor Jesucristo, "pues así también Adán y cada uno de sus descendientes, en sus millares", en todos los lugares de la tierra, "comenzando con Eva", su esposa, por ejemplo, en el paraíso del Jardín del Edén, "y hoy contigo", también. Y, hoy mismo contigo también, mi estimado hermano y mi estimada hermana, "sí tan sólo crees en tu corazón y confiesas su santificación celestial, al invocar su nombre sagrado con tus labios" para vida y para salud eterna de tu alma y de tu cuerpo humano. Porque "tú tienes poder para invocar el nombre del Señor Jesucristo", así mismo, ni más ni menos, "como los ángeles del cielo lo han venido haciendo desde siempre", desde los primeros días de la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo. Y, además, los ángeles, en sus millares, en el cielo, "esperan por ti, pacientemente, para que invoques el nombre santificador", el cual les da vida, salud, felicidad y gloria infinita a sus corazones y a sus espíritus celestes aun mucho más que antes y para siempre, en la nueva eternidad celestial. Entonces entre todos los seres creados del cielo, del paraíso y de la tierra, "los únicos que pueden creer en sus corazones y confesar con sus labios el nombre santificador de nuestro Padre Celestial es el ángel del cielo y el hombre, la mujer, el niño y la niña de la humanidad entera", sin hacer excepción de persona alguna, jamás. Porque todos nosotros, comenzando con Adán y Eva, por ejemplo, "somos creación perfecta de la imagen y conforme a la semejanza divina de nuestro Dios y Padre Celestial" que está en los cielos, "excepto los ángeles del cielo", en sus diferentes rangos de gloria y de honra infinita. Supuesto que, ningún ángel, aún entre los más glorioso y poderosos del reino de los cielos, en sabiduría, poder y perfección celestial, "no fue jamás creado en la imagen ni conforme a la semejanza de Dios, ni del Señor Jesucristo, ni de su Espíritu Santo", sólo Adán y cada uno de sus hijos e hijas, en toda la creación celestial. Y es por esta razón, que cada uno de nosotros, en nuestros millares, en todos los lugares de la tierra, "sí creemos a nuestro Padre Celestial por medio de su Hijo amado", el Señor Jesucristo, entonces "estamos infinitamente conectados a él y a su Espíritu Santo" día y noche y por siempre en la eternidad venidera, del nuevo reino celestial. Además, "podemos creer en nuestros corazones en el Señor Jesucristo" y, a la vez, "confesar su nombre santo para santificarnos" día y noche y por siempre delante de nuestro Dios, "porque tenemos el espíritu y el potencial de hacerlo así", en la tierra y en la nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Celestial y Perfecta del cielo. Es por eso, "que nuestro Dios nos ha dado de su Espíritu Santo y de su Ley Eterna", para que "seamos infinitamente saturados de su verdad, de su justicia y de su santificación salvadora", en nuestros corazones y en nuestras almas vivientes, "para comenzar desde ya a vivir y a gozar la vida eterna", únicamente con su fruto de vida. Porque "la santificación que nuestro Dios nos ha entregado en el espíritu de fe y de salvación de nuestras vidas en la tierra", para posteriormente entrar a la nueva vida de su nuevo reino celestial, "es para hoy, para comenzar a vivirla y a gozarla ya, sí tan sólo creemos en su Hijo y confesamos su nombre" con nuestros labios. Puesto que, "la santificación" de nuestros corazones, de nuestros espíritus, de nuestras almas y de nuestros cuerpos humanos: "sólo ha de ser posible" en el paraíso y en la tierra, de nuestros días, por ejemplo: "sí tan sólo centramos nuestra fe, y confesamos con nuestros labios": el nombre sagrado de su Hijo, nuestro salvador infinito del paraíso, ¡el Señor Jesucristo! De otra manera, "nosotros no podremos jamás ser santificados" delante de nuestro Dios, ni de su Espíritu, ni de sus ángeles de su nueva vida infinita: "sino que viviremos en eterna deshonra de nuestros corazones y de nuestras almas eternas día y noche y por siempre en la eternidad venidera", como en el bajo mundo de los muertos, por ejemplo. Y "nuestro Dios no desea éste mal" para ninguno de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, que ha creado (o que ha formado) en sus manos, "para que lleven por siempre su imagen y su semejanza divina delante de su presencia sagrada", en su nueva vida celestial, de nuevas tierras y con nuevos cielos eternos. Entonces "si, hoy en día, haz oído de la palabra y del nombre del Señor Jesucristo es porque nuestro Padre Celestial desea bendecir tu vida", como jamás has sido bendecido, "sólo con el espíritu de fe, de la invocación de tus labios, en un momento de oración y de fe, con el nombre de tu santificación eternal", ¡nuestro Señor Jesucristo! Y "si confiesas con tus labios el nombre del Señor Jesucristo", delante de tu Dios y Creador de tu vida, "entonces habrás sido santificado y justificado para que tu nombre sea escrito en el libro de la vida" desde hoy, "para empezar a vivir por tu Dios", como haz de vivir tu nueva vida eterna, en el nuevo reino celestial. Es decir, que "desde el momento que haz orado delante de tu Dios y Fundador de tu vida, en el nombre sagrado de su Hijo amado", entonces "has sido santificado y confirmado delante de él", en el nuevo reino celestial, "para que comiences a vivir su vida eterna en tu corazón y en toda tu alma viviente, también", para siempre. Y "esto es vida, para ti y para los tuyos"; la misma vida eterna en la que nuestro Padre Celestial te formo en sus manos, para que la vivas "sólo en la vida de su Hijo amado", el Árbol de la vida, "su Jesucristo y tú Jesucristo, también", desde el momento que entra en tu vida y para la eternidad. LLAMADOS SOMOS PARA SER SANTIFICADOS EN JESUCRISTO Ha sido por esta razón que nuestro Padre Celestial te ha formado en sus manos sagradas en su imagen y conforme a su semejanza infinita, mi estimado hermano, "para que no seas como los ángeles del cielo", sino mucho más, "como él mismo: santo, puro, firme y perfecto, para siempre, para amar sobrenaturalmente al Señor Jesucristo", como te ama igual a ti. (Si, Dios te ama a ti igual, ni más ni menos, que a su Hijo amado, el gran rey Mesías de la eternidad venidera, el Cristo.) Porque para nuestro Dios "sólo el amor de su Hijo amado en el corazón de los ángeles y así también del linaje del hombre es que realmente cuenta para él", en el paraíso, en la tierra y así también en el nuevo reino de los cielos. En la medida en que, "ninguna otra vida", que no sea la del Árbol de la vida, "entonces no tiene santidad perfecta para glorificar y para honrar por siempre el nombre sagrado de nuestro Padre Celestial", en el paraíso, en la tierra y así también en la nueva eternidad venidera de ángeles y del linaje humano, por ejemplo. Es por eso, que "nuestro Padre Celestial busca poder y amor infinito del cielo" en cada uno de nosotros, en nuestros millares, en todos los lugares del paraíso, del reino de los cielos y de la tierra, además de sus muchos ángeles santísimos de toda la vida, como es lógico. Y "esto es de amarle a él", tu único Dios y tu única salvación, de verdad e infinitamente en tu corazón eterno y celestial, también, "sólo por medio del espíritu de la sangre y de la vida gloriosa y sumamente honrada de su Hijo amado", ¡el Señor Jesucristo! Porque "nuestro Dios jamás deseo otra vida diferente para sus criaturas" en el reino de los cielos, "que no sea la vida misma de su Hijo amado", el Árbol de la única vida eterna del cielo agradable por siempre a su corazón y a su alma santísima, el Mesías Celestial, ¡el Cristo para toda una vida infinita! Es por eso, "que el Señor Jesucristo es abundancia de vida eterna y de santificación perdurable en ti", mi estimado hermano y mi estimada hermana, hoy en día, como en el día de tu formación, en las manos de tu Dios y de su Espíritu Santo. (Piénsalo bien, "las manos de Dios formo tu cuerpo humano, para la vida eterna, para que seas una copia exacta como él", en la nueva vida infinita de su nuevo reino celestial; por ello, "la santificación del Señor Jesucristo es de suma importancia para tu alma eterna", hoy más que nunca, como en el día de tu formación, en el cielo.) Además, "nuestro Dios nos ha dado un corazón, puro, santo, perfecto e infinitamente amoroso para sólo amarle a él", por los poderes sobrenaturales del espíritu bendito de su fruto de vida eterna, de su Árbol Eterno: "porque sin él no vivimos o no somos nada para Dios y para su nueva vida eterna", para siempre. Y "nuestro Padre Celestial no nos ha creado en sus manos santas", para que no seamos nada, sino "para que seamos mucho más que los ángeles del cielo, y tan importantes y gloriosos como la vida misma de su Árbol de la vida eterna", su Hijo amado, ¡el gran rey Mesías celestial de Israel y de toda la tierra! Es decir, también, que nuestro Dios "no nos ha formado" en sus manos santas, "como a un niño, sino como a hombres rectos y perfectos", en el espíritu de su amor bendito, en esta vida y en la venidera: "para que siempre vivamos para él, en la sabiduría absoluta del conocimiento de su fruto de vida eterna", su Jesucristo Celestial. Porque "Adán no fue niño, bebe, nene o infante, jamás, sino hombre desde el primer pensamiento del corazón de Dios", para formarlo en sus manos sagradas para su nueva vida infinita, de su nuevo reino celestial. "También podemos decir que Adán nació como hombre del corazón y de la mente sagrada de nuestro Padre Celestial, de su Espíritu Santo y del Señor Jesucristo"; es decir, de igual forma, "que Adán no fue niño jamás en el corazón de Dios, sino un hombre perfecto, como su mismo Hijo amado", para su gloria infinita en la eternidad. Porque "Adán no salió del vientre de una mujer, sino que la mujer salió de él", de su quinta costilla y mientras dormía, su esposa Eva, para que sea por siempre su ayuda idónea en cada momento de su vida, eternamente y para siempre, "para gloria, honra y santidad infinita de nuestro Dios y de su Árbol de vida eterna". Además, "ambos fueron concebidos en el corazón de nuestro Padre Celestial", primero Adán y luego Eva, "no como niños sino como hombres para el servicio sagrado a su nombre santo, sólo por medio de la vida honrada y sumamente gloriosa de su Hijo amado", el Árbol de la vida eterna, del nuevo reino celestial y de toda la tierra, también. Entonces "nuestro Dios desea que todos entendamos ésta gran verdad infinita" en nuestros corazones, desde nuestros primeros días de vida en el paraíso: "para que ya no seamos pequeños", en nuestra manera de pensar y de razonar en las cosas de nuestro Dios y de su Hijo amado, "sino como hombres bien aconsejados por su Ley y por Espíritu Santo". Es por esta razón, "que la llenura del Espíritu de Dios" en nuestros corazones, en nuestras vidas, en nuestras almas vivientes y en nuestros cuerpos humanos: "es de suma importancia para nuestro crecimiento y conocimiento espiritual de nuestro Dios, de su Jesucristo y de su Ley Infinitamente Honrada". Es decir, "para que ya no seamos niños", agitados a la deriva y llevados a cualquier parte por movimientos de doctrinas, por complot, fingimiento, farsa de hombres que para actuar con engaño, entonces emplean con viveza las mentiras de los antiguos mentirosos (el Vaticano): "sino que siguiendo la verdad con amor, crezcamos en su justicia" hacia aquel que es nuestra verdadera cabeza: ¡ Jesucristo! Entonces nuestro Padre Celestial "nos ha llamado a creer por siempre en su verdad infinita, su Ley Eternal", por ejemplo, "la cual nos lleva día y noche a su justicia perfecta e infinita" de nuestros corazones y de nuestras almas vivientes: "de invocar su nombre santo y sumamente milagroso de su Hijo amado", ¡el Señor Jesucristo! Porque "así como invocamos su nombre" en todos los lugares de la tierra, por amor a su fruto de vida, el Señor Jesucristo: "entonces también lo haremos igual en nuestras vidas celestiales de largos días gloriosos e infinitos del nuevo reino venidero", por ejemplo; es más: "hoy mismo, hay gentes de la antigüedad invocando su mismo nombre" en el paraíso. En vista de que, "es esta verdad y justicia gloriosa de invocar el nombre sagrado de su Hijo amado es que nos santifica" para acercarnos a él más y más "hacia una vida justa" y, al mismo tiempo, "a una comunicación perfecta con él y con su Espíritu Santo", en la tierra y en la nueva eternidad venidera. Porque "sin la vida justa y la comunicación perfecta del Señor Jesucristo", como nuestro único fruto de vida eterna del paraíso, de toda la tierra y, claro, del nuevo reino venidero, "entonces ninguno de nosotros", en nuestros millares, de todas las razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra, "vera a su Dios", jamás. Porque "sin el Señor Jesucristo en nuestros corazones es imposible ver, conocer, ni mucho menos amar a nuestro Padre Celestial y a su Espíritu Santo" que están en los cielos, hoy en día y para siempre, en la eternidad venidera de sus nuevas vidas celestiales e infinitas, libres de la mancha terrible de la mentira y del pecado. Y "esto es verdad no sólo con Adán en el paraíso, sino también con cada uno de sus descendientes", en sus millares, de todas las naciones en la tierra "y así mismo en la nueva vida infinita" del nuevo reino celestial, del más allá, por ejemplo, como el paraíso y como en La Nueva Jerusalén Santa y Eternal del cielo. Es decir, también, "que esta santificación del alma y del corazón" de Adán y de cada uno de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, "tenia que comenzar en el paraíso", para entonces poder ingresar perfectamente santificados, delante de Dios y de su Espíritu Santo, a la nueva vida eterna, de la nueva patria celestial. Porque "sin santidad es totalmente imposible que el corazón" de Adán, y así también de cada uno de sus millares de descendientes, "pueda ver a su Dios y Fundador de su vida", en la tierra, ni mucho menos en el más allá, como en el paraíso o como en el nuevo reino de Dios. En el más allá, "como en La Nueva Jerusalén prometida a los antiguos y a todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera", por ejemplo, "de todos los que hayan comido y bebido" de la cena del SEÑOR y de su Mesías, "el fruto perfecto de la vida eterna", nuestro único Señor Jesucristo, ni más ni menos. Por lo tanto, "el llamado de Adán para que coma del fruto del Árbol de la vida", el Señor Jesucristo, "fue para santificar su vida", para que pueda entonces seguir viviendo en el paraíso y así posteriormente "entrar a su nueva vida infinita", de su nuevo reino celestial, con cada uno de sus hijos e hijas para la eternidad. Dado que, la verdad es que, "sí Adán se santificaba primero: comiendo y bebiendo del fruto del Árbol de la vida", el Señor Jesucristo, "entonces cada uno de sus hijos e hijas, en sus millares, iban a ser igualmente santificados" delante de Dios, para la nueva vida infinita del nuevo reino de los cielos, en el más allá, por ejemplo. Porque "sin la santificación del fruto del Árbol de la vida nadie podrá vivir jamás en paz y en la felicidad absoluta de su alma y de su corazón eterno", en el reino de los cielos, en el paraíso, ni aún en toda la tierra, ni mucho menos en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo. Entonces "fue precisamente nuestro Padre Celestial quien le enseña esta gran verdad a Adán primero, como su único maestro, Dios y salvador de su vida", en el paraíso y en toda la creación celestial, "para que viva entonces santificado para su Dios", con la vida misma de su Árbol de la vida eterna, su Mesías Celestial y para la eternidad. Pero "Adán no entendió nada de nada del Señor Jesucristo", sino hasta que come del fruto prohibido, en vez de comer del fruto de la vida eterna, "el único posible gran rey Mesías de su vida celestial y de la vida de cada uno de sus descendientes", en todas las naciones de la tierra, hoy en día y para siempre. Y, además, "como lo negó con su corazón y con sus labios", entonces "ya no tenia una segunda oportunidad para recibirlo en su corazón, ni confesarlo con su boca, como su único fruto de vida eterna", en su vida celestial del paraíso, para seguir viviendo infinitamente con su linaje humano y celestial, por ejemplo. "A no ser que muriese primero, como árbol seco y sin vida", como Eva, su esposa, también, "para entonces ser clavados al Señor Jesucristo juntos", para que sean santos para Dios en su Ley Bendita e Infinita y en sus nuevas vidas eternas, del nuevo reino celestial: "en donde la santidad reina infinitamente, en Dios y en sus criaturas celestes". Porque "la santidad del Señor Jesucristo une infinitamente al hombre con su Dios y salvación eterna de su única vida", en la nueva vida celestial, del nuevo reino venidero, en la tierra y en el cielo, también, para siempre. DIOS SANTIFICA A TODA COSTA AL HOMBRE: GRACIAS A JESUCRISTO Entonces "convencido" de esto: "de que nuestro Padre Celestial ha sido aquel quien con su infinito amor comenzó la buena obra de santificación divina en cada uno de ustedes", comenzando con Adán, en el paraíso, por ejemplo, desde mucho antes de la fundación del cielo y de la tierra, "para que gocen de la Ley Divina", en sus corazones eternos. Pues bien, "poco a poco la perfeccionará" hasta el día de la venida de su Hijo, el Señor Jesucristo, a Israel "para llevarse con él a los que han creído en sus corazones y, a la vez, han confesado con sus labios su nombre salvador de sus almas infinitas", para entrar a su nueva vida eternal, del nuevo paraíso celestial. En donde "todos nosotros", comenzando con Adán y Eva, "seremos tan perfectos como la Ley de Dios y de Moisés, en el cielo, para la nueva eternidad celestial". Porque para vivir en el cielo y delante de Dios, el ángel tiene que ser perfecto como la Ley de Moisés y de Israel, ni mas ni menos, y así también cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, sólo posible con el Señor Jesucristo en sus corazones, por supuesto. Porque "cada vez que Dios lea nuestras vidas del pasado, del presente y del futuro, entonces leerá palabra por palabra, letra por letra, tilde por tilde y significado por significado eterno en nuestros corazones y en nuestras almas vivientes sólo su Ley Perfecta del paraíso: gracias a la sangre del Señor Jesucristo, la cual nos santifica de todo pecado". Y "como la Ley de Dios y de Moisés es perfecta en nuestras vidas o nosotros somos tan perfectos a la Ley del Mesías", por ejemplo, "gracias a la santificación infinita de la sangre del pacto eterno", del Hijo de David, el Mesías, "entonces entraremos a vivir la vida eterna con nuestro único Padre Celestial" que está en los cielos. Porque nuestro Padre Celestial "ha formado nuevas mansiones invulnerables, en tierras y en cielos libres del mal y de la amenaza de la presencia terrible del pecado", para sus ángeles y para Adán y su linaje humano e infinito, "por amor a su Ley Viviente, por amor a su gran rey Mesías, el Hijo de David", ¡el único Cristo Celestial! Ya que, toda buena obra, "Dios mismo la empezó en cada uno de ustedes", mis estimados hermanos y mis estimadas hermanas, "desde mucho antes de la fundación del reino celestial y de la tierra, también, para glorificarse mucho más que en la antigüedad", en su nueva época de vida infinita, del nuevo más allá celestial: ¡Y todo gracias al Mesías! Y, por esta razón, "nuestro Dios tiene que perfeccionar en sus corazones y en sus almas vivientes su obra perfecta en todos ustedes", únicamente "con el espíritu de fe, de sus corazones eternos, al creer en su Hijo amado y confesar con sus labios su santificación eternal, para vivir la felicidad infinita", desde ya, de la nueva época de vida celestial. Dado que, "el reino de Dios es para sus hijos e hijas del linaje humano de Adán, para que le sirvan por siempre, con la presencia de sus ángeles eternos a su nombre santo e infinitamente glorioso", del nuevo más allá venidero, "fundado exclusivamente para su Hijo amado y para su Espíritu Santo", por ejemplo, para la nueva eternidad celestial. Entonces "nadie podrá ser feliz, en el paraíso, en la tierra, ni en La Nueva Jerusalén del cielo, si no ha creído en su corazón, ni ha confesado con sus labios: el nombre sagrado de su Hijo amado", ¡el Señor Jesucristo!, "para ser lleno del espíritu de la santificación, del fruto del Árbol de la vida, para su alma viviente". Puesto que, "todos los que han decidido vivir sus vidas, sin la santificación del espíritu del fruto, del Árbol de la vida eterna, entonces han sido removidos de la tierra sagrada del reino de los cielos, para no volver a ver la vida jamás"; y esto es "muerte eterna para ángeles rebeldes y para hombres pecadores y mujeres pecadoras", también. Porque "nadie que no viva en el espíritu de la santificación, del fruto del Árbol de la vida, podrá realmente permanecer a vivir su vida eterna en el cielo y delante de Dios y de sus huestes de ángeles santísimos", por ejemplo, ya que, "no serian jamás compatibles en sus corazones y en sus espíritus vivientes, para su Espíritu Santo". Es más, "esto es un imposible eterno", en el cielo con todas las criaturas de Dios y de su Árbol de la vida, "que el hombre y el ángel vivan juntos sin santidad alguna de Dios y de su fruto de vida eterna", en sus corazones, en sus espíritus, en sus almas y en sus cuerpos humanos (o celestiales), ¡el Mesías! Como consecuencia de lo cual, "éste fue precisamente el problema que Lucifer y sus ángeles caídos experimentaron", durante sus días de vida en el reino de los cielos: "pues ninguno de ellos había comido realmente, ni bebido del Árbol de la vida, por lo tanto, tenían que salir del cielo, cuanto antes mejor". Y "los ángeles insurrectos no comieron de Cristo por ser rebeldes a la verdad y a la justicia infinita de Dios y de su Ley Viviente": es decir, "que no había santidad alguna en Lucifer ni en ninguno de sus ángeles rebeldes a Dios y a su gran rey Mesías", el Árbol de la vida, ¡el Cristo Celestial e Infinito! Pues bien, "sí comían y bebían del fruto del Árbol de la vida, el cual es la verdad y la justicia infinita del Señor Jesucristo, para satisfacer el corazón de Dios y de su Ley en toda verdad y en toda santificación celestial de la vida gloriosa y sumamente honrada de nuestro Dios, entonces no hubiesen pecado nunca delante de Él". Es más, "jamás hubiesen sido despedidos" de sus vidas celestiales del reino de los cielos, "sino que hubiesen seguido gozando del amor a la verdad, la justicia y la santificación de nuestro Padre Celestial, únicamente posible por medio del Señor Jesucristo", el fruto de vida eterna para todos los ángeles del cielo, grandes y pequeños, por igual. Pero "como eran enemigos del fruto del Árbol de la vida", entonces "no podían quedarse en el cielo, ni un momento más", desde el instante que se declararon en rebelión en contra de él y de nuestro Padre Celestial que está en los cielos, por ejemplo. Porque "sin la santidad del fruto del Árbol de la vida, Jesucristo, no pueden vivir delante de Dios", ni un sólo instante más y para siempre. Y como Lucifer ni ninguno de sus ángeles caídos pudieron permanecer delante de Dios, en sus vidas por las cuales Dios mismo los había creado, por el poder de su palabra y de su nombre santo, entonces "nuestro Padre Celestial no pudo empezar su obra muy especial en ninguno de ellos", como planeaba hacerlo, para la nueva eternidad celestial. O, caso contrario, "cómo lo ha hecho con cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, para que tengan vida y lleven por siempre su imagen y su semejanza celestial en perfecta santidad", comenzando con Adán y Eva en el paraíso, por ejemplo, "por medio del fruto de la vida eterna, de su nuevo reino celestial", ¡el Señor Jesucristo! Entonces "como Adán y Eva no comieron del fruto del Árbol de la vida, para santificar sus corazones sobre el monte del epicentro del paraíso, sino que se rebelaron a la única santificación celestial de sus vidas delante de Dios, en fin, tuvieron que morir" y más no en el paraíso sino en la tierra, de nuestros días. Porque "en la tierra se volverían árboles secos y sin vida por el poder del pecado y de sus profundas tinieblas de Lucifer, para ser cortados como palos para sostener la santidad celestial sobre todo lo alto, entre el cielo y la tierra", "santidad redentora" la cual habían rechazado en sus vidas en el paraíso y delante de Dios, también. Por ello, "Dios escogió una tierra muy especial para Adán y Eva, para que cruzados como palos secos y sin vida", entonces "sean clavados con clavos a la santidad perfecta de su Hijo amado, el Árbol de la vida eterna, para que cumplan la Ley de Dios, en sus vidas eternas", para la eternidad venidera. Y "ambos tuvieron que recibir la santidad del Señor Jesucristo en sus manos y en sus pies, pero con clavos y sangre sagrada del pacto eterno entre Abraham, Isaac y Dios", porque "ésta santificación del Señor Jesucristo es esencial para sus almas vivientes y para sus nuevas vidas eternas", en el paraíso y en el nuevo reino venidero, también, eternamente. Y así, "Adán y Eva ya no podrán jamás negarse a la santificación infinita del Señor Jesucristo y de su sangre bendita del pacto eterno, para que sólo conozcan una nueva vida infinitamente gloriosa"; una vida "llena del conocimiento del amor de Dios hacia su Ley y a su gran rey Mesías", ¡el Cristo del Israel de todos los tiempos! "El hombre y la mujer tuvieron que recibir con clavos y con sangre sagrada, también, la santificación perfecta de la vida santa del paraíso y del nuevo reino de los cielos para volver a arrancar sus vidas eternas pero sin pecado", porque "con sus corazones lo habían negado y con sus labios, para vergüenza eterna de muchos". Por lo tanto, "ambos ya no podían recibir en sus corazones, ni confesar con sus labios, la santidad salvadora de su gran rey Mesías", entonces "tenían que recibirlo por fin en sus nuevas vidas infinitas, clavados a la santidad del fruto del Árbol de la vida, para la eternidad venidera de nuevas tierras y con nuevos cielos infinitos". "Pero no así con su linaje, ni con ningún de sus hijos e hijas, por más pecadores que sean, en la tierra y en toda la creación de Dios y de su Árbol de vida eterna", el gran rey Mesías de la eternidad celestial. Ya que, "aunque hayan negado a Dios y a su Hijo amado muchas veces en sus corazones y con sus labios, pues, aún así, pueden creer y santificar sus vidas con sus labios: invocando el nombre del Señor Jesucristo", como su único fruto de vida eterna, para alcanzar a la única felicidad celestial de sus corazones eternos, en el paraíso. Es decir, "que sólo Adán y Eva fueron clavados al Señor Jesucristo, porque ya no podía invocar su nombre para santificarse, es decir, para que la santidad del paraíso sea entonces de una vez por todas y para siempre: una realidad en sus corazones y en sus almas infinitas, como Dios lo quiso por vez primera en el cielo. Y esto seria en cada uno de ellos, desde el momento que creyeron en él en sus corazones y confesaron con sus labios su nombre santificador, en el otro mundo (o en el paraíso), por ejemplo". Pero "no así jamás con ninguno de sus hijos e hijas de Adán", porque cada uno de ellos, como tú y yo, hoy en día, mi estimado hermano y mi estimada hermana, "aunque hayamos rechazado a Jesucristo en nuestras vidas, aún así, hay esperanza de vida y de salud eterna, sí tan sólo confesamos su santidad celestial", ¡a Jesucristo! Porque la verdad es que nuestro Dios, con la ayuda idónea de su Espíritu Santo y de su Hijo amado, "ha creado al hombre, comenzando con Adán para que vivan con él infinitamente en su nueva vida celestial", de su nuevo reino venidero, "y más no para que vivan sin Cristo y mueran luego, bajo la mentira del enemigo de sangre fría". Entonces "el que se pierde en las profundas tinieblas de su pecado, entonces será porque está ciego como Lucifer, por ejemplo, en su corazón y en toda su alma, también", en esta vida y para la nueva era de vida eterna de Dios y su Hijo amado (el Señor Jesucristo rodeado infinitamente por su Espíritu Santo y por sus huestes angelicales). Porque "haga lo que haga o deje de hacer Lucifer" con sus ángeles caídos en contra de Dios y de su Árbol de vida, en el corazón de cada hombre, mujer, niño y niña, "Dios se va a glorificarse, de una manera u otra, estableciendo su voluntad santa e infinita de su nueva vida celestial, en cada uno de ellos". En su día final, "Dios va a ver que todas sus criaturas, sean ángeles del cielo u hombres y mujeres de la humanidad entera infinitamente santificados, únicamente en la invocación perfecta del reino de los cielos, del espíritu de la sangre y de la vida eterna de su Hijo amado", ¡el Señor Jesucristo! Porque "todos han de glorificar y", a la vez, "han de honrar su nombre sagrado en sus corazones y con sus rodillas dobladas delante de Dios, para declarar públicamente, de que el Señor Jesucristo es su Hijo", el único gran rey Mesías de Israel y de la humanidad entera, en esta vida y en la venidera también y para siempre. Y sólo entonces "el espíritu del pecado y de la rebelión, el cual empezó en el corazón de Adán y de Eva, por ejemplo, cuando creyeron a las mentiras antiguas de Lucifer, por boca de la serpiente del Jardín del Edén, en aquel momento venidero Dios habrá cumplido su obra santificadora, en cada uno de ellos y de todo su linaje humano". Y esto ha de ser infinitamente, "para su nueva vida celestial de su nuevo reino sempiterno: gracias a la verdad y a la santificación de nuestro salvador del paraíso y de todas las naciones de la tierra, de nuestros dias, el Hijo de David", ¡el único gran rey Mesías Celestial de Israel y de la humanidad entera! El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su Jesucristo es contigo. ¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre! Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el Señor Jesucristo. LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las naciones! SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del reino de los cielos: PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí". SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos". TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano". CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y lo santificó". QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da". SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio". SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio". OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás". NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de tu prójimo". DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo". Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas familias, por toda la tierra. Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras almas: ORACIÓN DEL PERDÓN Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ". Juan 14: NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR. ¡CONFÍA EN JESÚS HOY! MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE. YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY. - Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y su MUERTE. Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete): Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA. QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR. ¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____? ¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____? Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora: Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de Cristo a los demás. Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios. Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre. El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre. El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y como siempre, por la eternidad. http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp? playertype=wm%20%20/// http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx http://radioalerta.com